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La primera bisagra metálica de la que se tiene noticia, fue hallada en la cama de campaña de Tukankhamon cuando fue excavada la tumba de este famosísimo faraón egipcio en el año de 1922.
Cuatro bisagras de cobre que datan de 1350 a.C. permitían que se pudieran plegar las patas de la cama. Probablemente también se trataba del primer mueble plegadizo con la facilidad de poderse transportar o guardarse sin ocupar tanto espacio.
Más tarde, en muchas iglesias medievales, era corriente ver sus puertas sujetas con grandes bisagras metálicas ornamentales, que en muchas ocasiones llegaban a cubrir gran parte de ellas.
Posteriormente, la revolución industrial en Inglaterra trajo a cuento muchas bisagras ingeniosas, como la bisagra de 1799 la cual levantaba la puerta que sostenía por encima de la alfombra mientras giraba y después volvía a bajar. Otro modelo de bisagra en 1802 permitía que una puerta se pudiera abrir hacia la derecha o hacia la izquierda, a voluntad.
Ahora bien, es sumamente curioso que también se emplean las bisagras como articulación de la cadera porque a una edad más avanzada, la mayoría de la gente comienza a padecer de artritis, enfermedad de las articulaciones óseas debida al uso y desgaste de las superficies cartilaginosas en dichas partes movibles, siendo las articulaciones de la cadera las más afectadas del cuerpo.
Por ende, en 1960 Joh Charnley, ingeniero y cirujano que trabajaba en un hospital de Wigan, Lancashire, en Inglaterra, innovó al instalarle a sus pacientes una articulación artificial en la cadera afectada, que consistía en una bola metálica dentro de una cavidad plástica, que realizaba una función similar a las bisagras. En la actualidad decenas de miles de pacientes con artritis de la cadera gozan de un completo alivio que anteriormente era desconocido en personas con esta dolencia.
Y así con el transcurrir de los años las bisagras han innovado y han sido fabricadas en diversos materiales y para diferentes usos, facilitando muchas funciones que antes se realizaban con mayor dificultad.
Fuente: https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-525108
